MADRE MARÍA CRUGNOLA
NOVENA ANIMADORA PROVINCIAL (1959-1966).
MME
Nació
en Luvinate (Varese) el 23 de setiembre de 1900.
Emitió
sus votos religiosos el 5 de agosto de 1921.
Falleció en México el 4 de agosto de
1966.
Terminada la guerra, el 31 de enero de
1919, María fue recibida como postulante en la casa de Milán. El 5 de agosto
vistió el hábito religioso y comenzó el noviciado en Bosto di Varese. Deseosa
de ofrecer a Dios un don más grande, expresó a las superioras su voluntad de
ser misionera. Su petición fue recibida enseguida, tanto más que no le faltaban
ni dotes ni virtud. Irradiaba alegría y generosidad salesiana, era creativa y
estaba templada al sacrificio. Todavía novicia, el 15 de diciembre de 1920
formó parte de la séptima expedición misionera hacia la Argentina. Completó la
formación en Bernal, donde emitió sus votos religiosos el 5 de agosto de 1921.
Con la guía sabia y materna de Sor Angélica Sorbone se había preparado con
mucho empeño para ser FMA. Ahora ya estaba lista para la misión educativa
salesiana. Después de haber conseguido el diploma de maestra, Sor María – en la
Casa de Buenos Aires – Almagro – se dedicó totalmente a la educación de las
niñas en la escuela primaria y a la enseñanza del inglés, Hacía de la educación
una misión materna y vivía con fidelidad el sistema preventivo de Don Bosco.
En 1942 le fue confiada la guía de la
Inspectoría Argentina "San Francisco de Sales", con sede en Buenos
Aires. Siempre como Inspectora pasó luego a la de Rosario (1953-1958) y desde
1959 hasta el final de su vida a la de México.
En todas partes el programa espiritual
de S. María fue el de ayudar a las Hermanas a caminar hacia el Padre, guiadas
por Jesús y por su Evangelio. En ella era evidente el contacto habitual con la
Palabra de Dios meditada, asimilada, hecha actual en la vida y en las actitudes
cotidianas. Las Hermanas aprendieron de ella a gustarla y a ponerla en
práctica. Eran momentos privilegiados de su tarea de animadora los encuentros
personales y grupales, las cartas individuales y colectivas, con las que
acompañaba el camino formativo de las Hermanas y de las jóvenes. Todas a
sentían una madre dulce y fuerte; su presencia volvía mejores a los otros,
porque irradiaba a Dios y a su amor. Su preocupación principal era la formación
del personal, tanto a nivel profesional como y sobre todo a nivel espiritual.
Estaba firmemente convencida que sin santidad non se podía realizar la misión
eclesial confiada al Instituto y hacía de todo para favorecer en ella y en las
Hermanas una generosa y entusiasta fidelidad a la vocación salesiana.
Seguía con especial interés la vida de
la Iglesia y hacía suyas las orientaciones del Papa y del Episcopado argentino.
El movimiento litúrgico y la Acción Católica encontraron en ella una
sostenedora entusiasta.
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